El humor en los tiempos de la cólera
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Érase una vez un cómico que escribió un tuit humorístico sobre no sé qué y provocó la ira de varios cientos de colectivos y particulares. Estos exigieron que el cómico se disculpara, se arrepintiera y poco faltó para que le pidieran también que entregara sus chistes y saliera con las manos en alto. Viene siendo habitual que humoristas profesionales y diletantes lleven a cabo parte de su labor en las redes sociales y salgan escaldados de la experiencia . En Twitter, donde no sólo están sus seguidores -que aplaudirían hasta un pedo-, hacer un chiste es una actividad de riesgo. Es de suponer que quien va a ver a ese mismo cómico al teatro disfrute con su espectáculo, pues ya conoce su estilo y sabe lo que va a ver y oír. En Twitter, no. Allí el alcance es masivo y las posibilidades de disgustar a alguien, muy elevadas. Hay más facilidad que nunca para que cualquiera pueda expresarse libremente, y también más ocasiones de indignarse, encabronarse e incluso pedir la actuació